Querido San Nicolás, no falta mucho para el nacimiento del niño Jesús y estoy algo nostálgico por la fecha que se aproxima, curiosamente, un día antes es el cumpleaños del mi papá Victor y los preparativos se duplican.

Como sabrás en la familia, siempre que llega las 00 horas ponemos al niño Jesús en su pesebre y nos abrazamos fuerte, fuerte, fuerte. Tanta es la alegría que en su momentos nos ponemos a llorar, inmediatamente no damos cuenta que Dios nos dio un hermoso regalo, el de estar juntos, sanos y salvos, en familia.

Luego saldremos a la calle limpiándonos las lágrimas, saludaremos a los pocos vecinos que tenemos, yo aprovecharé con mi padre a jugar con los pirotécnicos, mi hermana seguro agarrará las luces de bengala, las encenderá y las samaquea de un lado para el otro, mientras que mi madre conversará con las vecinas y hablan y hablan de los preparativos navideños… mi perrito, Lucas Daniel “Tutti”, no deja de ladrar por los sonidos de los cohetes, confundido el, intenta como siempre coger su cola dándose vueltas y vueltas.

Así pasarán los primero minutos del 25 de diciembre querido San Nicolás. Quiero agradecerte por darme de niño el mejor regalo, el tener siempre a la familia a mi lado, esta vez no desearé nada para mí, pero si te pediré que aparte de los regalos que des a los niños, entregues el que me diste, ellos lo valorarán mucho y obviamente te van agradecer desde lo más profundo del corazón.

Gracias San Nicolás por dejarme estar siempre a lado de mi familia.